Como hemos comentado en otras muchas ocasiones en esta y otras webs en el baloncesto ese hecho de ser alto importa… y sobre todo ayuda de forma relevante en algunos factores del juego.
Quizás el más importante junto al tapón sea el rebote porque queramos o no el rebote es posicionamiento e intuición pero también cuanto más largos tengas los brazos más posibilidades tendrás de llegar el primero a por el rechace.
La cuestión es cada vez que un jugador va a por el rebote cuanto pone en su balanza en contraposición a lo que pone el jugador con el que va a pugnar por el rebote. Si el jugador tiene mejor posicionamiento tanto por fuerza como por intuición y al mismo tiempo es más alto y tiene los brazos más largos si o si el rebote será suyo.
La suma de esos tres factores da lugar a unas mejores o peores aptitudes para el rebote. La ecuación posicionamiento (Fuerza+Intuición) y altura dan lugar a ser un mejor o peor reboteador.
Para hablar de mejor reboteador vamos a hablar de aquellos que al menos han competado una temporada completa en dobles dígitos, me refiero superando los 10 rebotes de media por partida.
Cliff Hagan y Paul Arizin con tan sólo 1.93 cm llegaron a tener algunas temporadas por encima de los 10 rebotes pero ninguno tuvo tanta solidez como el considerado mejor reboteador más bajo de la historia de la NBA.
El eterno 22 de los Angeles Lakers Elgin Baylor con tan sólo 1.96 cm promedió a lo largo de su carrera 13.5 rebotes que sumó a sus 27.5 puntos por partido.
Esto supone que Baylor es el tercer máximo anotador por partido de la historia de la NBA pero también el noveno máximo reboteador.
En la época en la que jugadores como Russell con 2.08 cm, Chamberlain con 2.16, Bellamy con 2.11 o Thurmond con 2.11 promediaban por encima de los 15 rebotes por partido Elgin Baylor llegó promediar 16.4 en 1960, 19.8 en 1961 o 18.6 en 1962.
Algún día la historia valorará a un jugador tan inmenso como Elgin Baylor que al final a veces sólo es recordado por la mala suerte de las 8 finales que perdió de la NBA… ahora bien había que jugarlas.
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