La fría venganza de Derrick Rose en la NBA
Cuando se alcanza la cima de un deporte de una forma tan rápida e impactante como lo consiguió Derrick Rose, se corre el riesgo de no poder mantener ese nivel tan estelar a lo largo de una carrera deportiva.
Si además le añadimos la aparición de lesiones de gravedad y una vida personal desestructurada, el resultado es irremediablemente el del fracaso, al menos, respecto a las expectativas que él mismo llego a crear sobre su juego.
Sus primeros años en la NBA fueron simplemente de otro nivel. Su capacidad atlética y su intensidad en el juego le llevó a ser profeta en una tierra donde tan solo había predicado el Dios del baloncesto, His Airness.
El fiel reflejo de ese status de super estrella, se muestra en ser el MVP más joven de la historia, superando a todos esos nombres rutilantes que copan el cielo de las estrellas de la NBA.
En la temporada 2010-2011, ver jugar a Derrick Rose era uno de los mayores atractivos de la NBA, compitiendo con los Lakers de Kobe, los Heat de Lebron y Wade o incluso los Oklahoma City Thunder de Kevin Durant, Russel Westbrook y James Harden.
D-Rose era el hombre al que todo el mundo quería ver jugar y disfrutar de su juego atlético, plástico y efectivo.
Las penetraciones en contacto y los mates explosivos de Derrick Rose, se convirtieron en inolvidables para todos los que le vieron jugar en aquella época de su máximo esplendor.
Todo lo bueno tiene un final y el del mejor Derrick Rose llegó muy pronto, demasiado.
El 28 de abril de 2012, en el primer partido de la primera ronda de los Playoffs frente a los 76ers y con el partido ya ganado, el jugador de los Bulls se rompió el ligamento cruzado anterior de la rodilla izquierda.
Ese momento fue el punto de inflexión de la carrera del talentoso jugador hijo de Chicago, literalmente.
A partir de ahí, nada volvió a ser lo mismo y comenzó su vía crucis en la NBA con apenas 23 años y medio.
Lesión tras lesión, más escandalo personal tras escandalo personal, la estrella de los Bulls se fue desvaneciendo hasta su ocaso personal y deportivo, que tuvo su cenit en el traspaso de los de Chicago a los New York Knicks.
Los que en otro tiempo le encumbraron, ya no confiaban en él y decidieron enviarlo a la Gran Manzana, un lugar que se mantiene equidistante del éxito, desde que Willis Reed comandara a los Knicks en 1973 hacia su segundo y último título de la NBA.
Derrick Rose jugó una temporada completa con los Knicks, la que le restaba de su contrato inicial con los Bulls, promediando más de 18 puntos por partido, pero ya no tenía nada que ver con el joven de 22 años que había dinamitado la NBA en 2011.
Al año siguiente, firmó ya como agente libre con los Cavaliers de Lebron James, pero las lesiones nuevamente le volvieron a pasar factura y el 8 de febrero de 2018 fue incluido en un traspaso múltiple como moneda de cambio a los Utah Jazz.
Los Jazz directamente lo cortaron a los 2 días y ni le dieron la oportunidad de ponerse la camiseta de los de Salt Lake City.
Derrick Rose se convirtió en un jugador condenado al ostracismo deportivo, en un auténtico paria entre la casta de los MVP y en un deportista que estaba más cerca del final de su carrera deportiva, que de su continuidad en la mejor liga del mundo.
Sin embargo, el 8 de marzo de ese mismo año, Tom Thibodeau, su entrenador en los Bulls en 2011, se convirtió en su principal valedor en la liga y le recuperó para los Minnesota Timberwolves, donde terminó la temporada y firmó al año siguiente por otra temporada más.
Thibodeau le ofreció la posibilidad de poder continuar en la NBA cuando ya prácticamente creía en él y Derrick Rose no desaprovechó la oportunidad, volviendo a jugar a un nivel bastante competitivo.
Nunca volvió, ni volverá al nivel de 2011, pero sí regresó a competir como un jugador de gran nivel por su excepcional talento, aunque hubo una noche en el que sí se volvió a vestir con el traje del MVP de aquel glorioso año de 2011.
Ese partido fue el 31 de octubre de 2018, cuando acababa de cumplir 30 años y el rival fue un viejo conocido… los Utah Jazz que un día le despreciaron cortándole sin mayor explicación.
Derrick Rose consiguió 50 puntos y 6 asistencias, la mayor anotación de su carrera para llevar a los Timberwolves a la victoria.
Aquel día Rose se dijo así mismo que el juego no había acabado y les mandó a los Jazz un mensaje de venganza deportiva… un MVP de la NBA nunca se rinde y se le debe respetar, por lo que fue y por lo que todavía puede ser.
La carrera del MVP más joven de la historia volvía a ser una realidad y a partir de esa temporada, se volvió a consolidar como un jugador competitivo en la liga.
Sin lugar a la duda, D-Rose le debe mucho a un hombre que siempre supo sacar lo mejor de él, Tom Thibodeau, e incluso el destino y, cómo no el propio Thibs, les ha vuelto a reunir en la Gran Manzana.
Nadie sabe hasta donde podrán llegar el binomio Rose-Thibodeau, pero sí que podemos estar seguros de que no se rendirán.