El día de furia de Latrell Sprewell
Uno de los grandes jugadores de la mágica década de los 90’s fue sin lugar a duda Latrell Sprewell. El escolta nacido en Milwaukee fue uno de los jugadores más consistentes y espectaculares de su época, pero nunca llegó a lograr el nivel de reconocimiento que su talento merecía.
Quizás fuera porque no estaba en el lugar y en el momento adecuado, ya que en aquel contexto todo escolta era comparado irremediablemente con el escolta número 23 de los Chicago Bulls. Sí, me refiero a Michael Jordan.
Comparar a cualquier jugador con uno de los más grandes de todos los tiempos siempre ha sido injusto, pero en el caso de Jordan y la década de los 90’s, cualquier comparación era simplemente una osadía.
A pesar de ello, Sprewell desde su llegada a la NBA supo encontrar su lugar y fue capaz de formar parte esencial de equipos que estuvieron cerca del éxito.
Siempre demostró ese talento innato de los que juegan al baloncesto para divertirse en vez de como una actividad profesional y su fuerza y energía sobre la cancha siempre formaron parte de su seña de identidad, al igual que su capacidad defensiva.
Latrell Sprewell fue cuatro veces All Star a lo largo de su carrera y fue elegido como miembro del Mejor equipo de la NBA de la temporada 1993-1994, junto con Karl Malone, Hakeem Olajuwon, Scottie Pippen y John Stockton. Casi nada.
Este fue el nivel de juego que llegó a alcanzar en su primera etapa en la NBA con los Golden State Warriors. Aquel equipo con jugadores como Chris Mullin, Mitch Richmond, Chris Webber, Billy Owens o Tim Hardaway fueron un equipo que nunca alcanzó el éxito en forma de Títulos, pero sí en forma de reconocimiento y admiración de los aficionados de la NBA, pero todo cambió en la temporada 1997-1998, cuando el entrenador Rick Adelman fue sustituido por su también sucesor en los Portland Trail Blazers, P. J. Carlesimo.
Aquella temporada Sprewell era el líder incuestionable del equipo y las cosas desde el principio no funcionaron bien.
En los 14 primeros partidos de la temporada los Warriors llevaban un balance de 1 victoria por 13 derrotas y la química entre el entrenador y su principal estrella era nula. De hecho, incluso el 12 de noviembre de 1997 Carlesimo había relegado a Sprewell a comenzar desde el banquillo, un partido en el que terminó jugando finalmente 36 minutos.
Aquel hecho e incluso encontronazos del jugador con el entrenador durante partidos hizo que el ambiente se fuera enrareciendo de una forma paulatina, hasta que el 1 de diciembre de 1997 estalló la bomba que todo el mundo llevaba días escuchando su tic tac.
Durante un entrenamiento de los Warriors, Carlesimo requirió a Sprewell que pusiera más «energía» en los pases y el escolta le vino a responder simplemente que le dejará en paz y que se alejara de él. Cuando Carlesimo hizo exactamente lo contrario de lo que le pidió Sprewell, éste primero le amenazó con matarlo y luego ejecutó su amenaza.
Se lanzó sobre él y le empezó a estrangular durante unos 8 o 10 segundos, el tiempo que tuvo hasta que sus compañeros (nada raudos) le consiguieron separar
Latrell Sprewell obviamente fue expulsado del entrenamiento, pero ese no fue el fin de su día de furia. A los 20 minutos tras deambular por el exterior del campo de entrenamiento volvió a las instalaciones para hablar con P. J. Carlesimo, pero su intención no era precisamente la de dialogar.
El díscolo escolta se lio a puñetazos con el preasfixiado entrenador llegando a impactar uno de los puñetazos en su mandíbula.
A partir de ese momento, Sprewell fue expulsado de las instalaciones de los Warriors y le pidió directamente a su agente que le sacara de aquel equipo.
Aquella intolerable agresión se convirtió en uno de los acontecimientos más graves ocurridos en la NBA fuera de un partido oficial y tanto la liga como los Warriors actuaron en consecuencia.
Primero fue suspendido con 10 partidos sin sueldo, pero al hacerse pública la agresión, los Golden State Warriors optaron por cancelar su contrato. Sprewell apeló la decisión y consiguió que el contrato no pudiera ser anulado y entonces la NBA le suspendió por lo que restaba de temporada, en total 68 partidos.
Esta suspensión es la segundo mayor de la historia de un jugador de la NBA, tan solo superada por la de Ron Artest tras la vergonzosa pelea entre los Pistons y los indiana Pacers.
Al final de la temporada 1997-1998 llegó el interminable lockout de 1998 y el 2 de enero de 1999 fue traspasado con su contrato en vigor de los Warriors a los New York Knicks por Terry Cummings, Chris Mills y John Starks.
Esa misma temporada logró llegar a las Finales de la NBA con los de la Gran Manzana, siendo el máximo anotador del equipo en los Playoffs por delante de estrellas como Pat Ewing, Allan Houston o Larry Johnson y haciendo unas finales con un promedio de 26 puntos por partido.
Lamentablemente los Knicks no pudieron superar la lesión de Pat Ewing en aquellos Playoffs y la pareja formada por Tim Duncan y David Robinson se llevó las Finales por un contúndete 4 a 1, a pesar del gran trabajo de Latrell Sprewell.
La carrera de Spree continuó en la NBA y siguió acumulando grandes actuaciones, pero nunca llegó a lograr el éxito al nivel que su talento deportivo apuntaba, aunque estuvo cerca de lograrlo de nuevo con los Timberwolves de Kevin Garnett y Sam Cassell, pero cayeron por 4 a 2 en las Finales de Conferencia Oeste de 2004 contra los Lakers del Big Four de Malone, Payton, Kobe y Shaq.
Sin embargo, la temporada siguiente los Wolves, a pesar de tener un balance positivo de 44-38 no consiguieron clasificarse para los Playoffs, convirtiéndose a la postre la temporada 2004-2005 en la última en activo de Sprewell en la NBA.
El final de su carrera deparó otro de los grandes momentos por los que Sprewell, es y será recordado, junto con la brutal agresión a Carlesimo.
El momento llegó cuando tras finalizar su contrato con los Timberwolves en 2005, los de Minnesota le ofrecieron una extensión de contrato de 21 millones de dólares por tres temporadas más, lo cual era una gran opción en aquel momento según los salarios de la época y, sobre todo, para un jugador de casi 35 años.
La respuesta de Latrell Sprewell pasó a la historia tras responder a la oferta rechazándola con gran indignación:
«Tengo una familia que alimentar»
Seguramente para el común de los mortales esa cantidad hubiera sido un regalo divino, pero Sprewell la consideró un insulto a su rendimiento y prefirió retirarse. Aquella actitud sin aquella frase hubiera tenido un cierto sentido (poco), pero culminarla con una frase que hacia entrever que con 21 millones no podía alimentar a su familia en tres años, le hizo quedar retratado como alguien no muy equilibrado psicológicamente.
Así finalizó la carrera deportiva de un jugador de una inmensa calidad y talento, que fue capaz con sus actuaciones fuera de la pista, de eclipsar sus excelentes aptitudes y juego dentro de las canchas.